Ingenua, así pudiera describir mi alma al siempre creer tantas cosas de la vida y no hace mas que mezclar ideas entre la realidad y la fantasía. Antes creía que si algún día se acabara el mundo, yo sería una de las salvadas. Era una intuición de sentirse alguien especial. Alguien con la capacidad de entender la vida, de conocer sus misterios y la gran misión de ser un día, más allá de la muerte, la que todos llamarían Madre Naturaleza. Ingenuidad que callé, ingenuidad de atribuir rasgos humanos a cosas inanimadas, ingenuidad que pensé que traía el don de curar al pasar una mano, ingenuidad de hablar y ser escuchada, ingenuidad de nunca pasar desapercibida, ingenuidad de iluminar y sacar una sonrisa, ingenuidad de creer que el aire me habla, que las flores me escuchan, que los animales me entienden, ingenuidad que el mar es mi hogar.
Locura, pudiera ser la respuesta de muchos, soberbia, pensé que era mi pecado. Pero el silencio de llevar la inquietud hizo de mi confesar y ante la única confesión que he realizado en mi vida, solo recibí la más tierna mirada de aquel más cercano a Dios. No sé si lo impregné de mi locura y de esa visión de ver el mundo bajo una mera fantasía, que al siguiente año dejó de ser la voz del Señor.
Qué pudiera hacer yo para que la gente entienda lo que es para mí vivir. Que la felicidad es un estado, un momento. Que dentro de la tristeza se aprende a alcanzarla y a no querer soltarla jamás. Que las cosas mundanas son objetos que te atan, que el dinero no debe ser la mayor ambición, que el mismo se suda, se trabaja y se disfruta. Que la cima se alcanza en escalones y que cada paso se disfruta, aunque cueste. Que el tiempo es el único enemigo y no la vejez y que la paz y el poder respirar es mi sencilla definición de vida.
Qué pudiera hacer yo para que alguien vea lo que soy y no juzgar por un papel lo que puedo dar. Por qué me puedo yo arrastrar por el piso y conformarme con poco, a veces con nada y aun así nadie lo ve. Entonces dejas de sentirte especial y cada ingenuidad se vuelve cenizas. Y a veces piensas como duele haber madurado y darte cuenta que la vida, solo es…
¿Cuánto de mi locura aun queda? Si te digo que ya no tengo la condición cardiaca que me decían que ni hijos podía tener, ¿me creerías? Si te digo como lo hice, ¿me creerías?
Pues, aun entonces sigue siendo mi alma la misma ingenua de siempre y aun cuando tenga que contar las veces que me caigo, es mi locura de la que no quiero remedio ni cura. Quizás no soy esa especial, quizás sueño demasiado y sigo siendo la niña en un cuerpo de mujer. Pero, así es mi alma, así la quiero y así siempre seré.
Ya no es cuestión de sentirse...sino de creer
No hay comentarios.:
Publicar un comentario