miércoles, 24 de junio de 2009

El precio de los sueños

Siempre quise desafiar ese refrán que dice que en la vida no lo puedes tener todo. A mis 29 años aun no lo consigo. Miro mi vida en retrospectiva y veo a una niña con muchos sueños. Una casa gigante para que vivan todos los miembros de mi familia, una guagua para pasear, dinero para viajar a Disney, casarme, tener hijos y ser una gran profesional. Creo que en el trayecto mis padres me dijeron que lo podía tener todo, pero no especificaron cuándo, los pequeños detalles dentro de cada sueño y los sacrificios para poderlos alcanzar. A estas alturas aprendí que la casa aun no está en mi presupuesto y esperando a que lo esté, ya se han ido a otros mundos los que se supone que en algún momento la habitarán. La gasolina está tan cara que una guagua para qué, que los países no es solo Disney y que en las noticias aprendes que hay otras cosas más importantes, otras culturas, otros destinos, otros tantos lugares fuera de la utopía mágica de Mickey. Que para casarte primero tenías que pasar por los tantos novios, por desilusiones y luego encontrarías a alguien que no necesariamente era tu príncipe azul. Luego descubres que en realidad eso que dicen que la boda de ella tiene que ser la mejor es puramente un cuento y que quizás para algunos el llevar un anillo es dejar escapar la posibilidad de esa persona que apareció tarde. Que tener hijos no entra en el tiempo y espacio de quien realmente lo piensa mucho y que finalmente quien decide ser un profesional puede estar destinado a la triste soledad.

Allá desde aquel pueblo lejano mis padres hablan de mí, de su gran orgullo, de la que lo tiene todo y ha luchado por conseguir sus sueños. Allá desde aquel pueblo lejano mi hermana me admira por ella no haberlo logrado, por haberse casado y dedicado puramente a su familia. Y yo desde aquí, acompañada de los recuerdos, solo me pregunto que preció pagué por cumplir mis sueños. Nadie habla de ese intermedio, de ese punto en la vida donde nada parece tener sentido y te encuentras perdido y sin rumbo. Soledad, tristezas, lágrimas, depresión, momentos filosóficos, pensamientos suicidas, enemigos, pérdidas, enfermedades, nadie con quien hablar, críricas y más…todo eso pagué por alcanzar mis sueños; por querer ser la diferencia de la mujer que no sigue detrás de un hombre y lograr la independencia y la liberación de lo que es ya tradicional. Un vacío se apodera de mí ahora que estoy a punto de ser una profesional y solamente me pregunto si realmente valió la pena.

Ahora pienso en aquel que ha alcanzado el “éxito” y lo miro con pena porque quizás al igual que yo también perdió muchas cosas por el camino. Ya no puedo echar para atrás, ya la casa quedó vacía, el carro pequeño resultó más módico, el próximo destino es para Europa, que la convivencia hubiera resultado mejor, que los sobrinos son los nuevos hijos y que por fin me pueden llamar doctora de verdad.

No se puede tener todo en la vida, eso dicen por ahí. Yo solo digo que los sueños tienen precio y mientras más altos, más duelen.

¿Estás dispuesto a pagarlos?

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